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domingo, 31 de marzo de 2019

Lautaro Facundo

Cabecita rapada flequillo de cepillo
ojitos chispeantes, borlitas de café
cascabeleando cascabeleando
dulce cangurito que vas saltando
¡Al son de: uno dos y...: - tes!
¡Preparados, listos ya!
surcamos huellas con nuestros pasos
En tus deditos, amarillenta una hoja vuela
y silenciosa en la vereda deja su rastro
Zapatillas inquietas de profeta tienes los pasos
El sol se esconde en una nube lleva tu canto
Te extiendo mis manos
¡Cuánta magia, cuanta modorra,
ojitos ojazos
ya me despiertas en tierno abrazo!

Con todo mi amor a mi nieto Lautaro Facundo Trebolle Ferrara
En la imagen tu pelota Pica y en la base mi reloj con su tic tac
La abuela Élida

martes, 27 de octubre de 2015

Azul grandiosa poeta



Azul, Azul cielo
nariz de botón
Ojitos chispeantes
capullito de algodón
Sonrisa, pañuelo
tus besos, mis besos 
entre nubes en vuelo
aleteando sueños
escriben los versos

Azul, pequeña poeta
ternura,  muñeca 
contigo los planetas,
 se pueblan de letras
Bochinchera, profeta
mi dulce princesa
¡Pequeña, grandiosa poeta
tú eres la poesía más bella!

                                                    
A Azul
mi nieta hermosa
Yahveh te colme de bendiciones 


                             

viernes, 23 de octubre de 2015

Azul


Azul, Azulita, Azul alas, Azul sol
Azul, estrellita, destello de chispas
que explotan al aire, dan brillo al amor
Azul eres canción, Azul de violines
que anuncian el día en clave de sol
Azul, Azul cielo, Azul mar 
Deditos que exploran, 
manitos que vuelan
cual danza de abejas,
dibujan al aire
un gran colmenar
Tus manos que pintan
figuras fantásticas,
esconden misterios,
revelan la gracia de amar
Tus pasos, mis pasos
Piecitos de seda
bateando  con fuerza
los parches cansados,
el tambor ya suena
Piecitos traviesos
el día despiertan
las aves celebran
las letras se vuelan
cantamos canciones
¡Comienza la fiesta!





                                        " Para Azul, mi nieta hermosa
                                                Que Yahveh te colme cada día, de infinitas bendiciones"
                                                   Con todo mi amor, la abuela Élida

                             


sábado, 25 de octubre de 2014

Desvelo


Camino en el silencio
de la noche ardiente,
dejando en cada  paso,
el rastro indeleble
de mis pies desnudos
Un soplo de brisa
roza mis mejillas
y refresca
a mi boca
Los árboles en eco
menean  sus ramas,
mi alma, trémula
provoca mis sentidos
Acaso son caricias
que guardas
en tus manos,
y vuelan con ansias
de suspiros
O tal vez 
sea  un   beso
incontenible,
despechado
que en  tu boca
ha desbordado
hasta  mi boca,
y al fin,
tanto derroche 
de amor,
a ti te despertó
y a mí me desveló
¿Dime, sólo dime
esta noche,
 qué pasó?
 Elida Isabel Gimenez Toscanini







domingo, 30 de marzo de 2014

Glicinas I



Desde el inmenso ventanal observo satisfecha, una hermosa glorieta tupida de glicinas. Sus bellos racimos liláceos, impregnan el aire de un delicioso aroma, saciándome de placer .
Evoco al verla una querencia de mi infancia, extasiada por sus colores y las fragancias inolvidables del añejo y apacible paisaje, comienzo a buscar a la niña que fui hasta encontrarla. Ella me aguarda siempre en los recovecos de  mi alma.
Entonces, de su mano me voy hasta el patio de la abuela.
Regreso a las tardes que pasaba junto a ella, desbordantes de ternura, el horno de barro, el delicioso pan y sus enormes rodajas que  rebanaba una a una, apoyándolo aún tibio, sobre su pecho robusto, para untarlo luego, con la manteca elaborada por sus manos laboriosas y tan suaves. 
Desgranaba vorazmente en la boca, la generosa porción, para  saciar ampliamente mi apetito de niña inquieta.
Entonces, yo era inmensamente feliz, corriendo los pasillos o  ensimismada en  mis juegos inventados.
Aquel era un mágico palacio real. Mi abuela, mi reina, el  hada madrina que llenaba de alegría y ternura los días del ayer. Yo, su princesa más mimada, remoloneando caricias día a día, despatarrada entre sus brazos cálidos.
La casa de la abuela, aquél patio, más al fondo, su horno de barro, los olores y colores que pintaban su maravilloso jardín, todo ese cuadro, su regazo y aquellos ojos que me miraban con picardía, profundamente tiernos en los que yo me sumergía sin miedo, buceando ávida de amor, están tan grabados, que habitan eternos en la memoria de mi ser. Sus bellos ojos, del color del mar, cada una de esas pequeñas cosas, pinceladas, instantes, son  huellas que permanecen intactas y  fueron sin duda,  mi remanso predilecto.
Yo sé que en los sueños me marcho, buscando a la pequeñina que fui, juntas nos vamos otra vez, a la casa de la abuela, a recorrer los pasillos del amplio corredor, el perfume de madreselvas y jazmines nos seduce, paso a paso hurgamos los rincones. 
Si  hasta creímos escuchar un griterío y revoloteo de chiquilines, que nos impulsa rápidamente  al patio. Subyugadas, vemos como en una cámara lenta, los racimos violáceos colgando de las glicinas,  el enorme paraíso con sus flores desparramadas  forma un  grueso tapiz sobre el suelo. Un aroma delicioso a pan se escapa del ventanal de la cocina, respiramos tan hondo, hasta encontrarnos envueltas, apretadas en los brazos tibios  de la abuela Clementina. En ellos todo se vuelve bello un dulce y placentero estar .
Es un viaje maravillosamente reconfortante donde mi alma y mi corazón se aquietan, recobrando la sensación de inmensa paz. El tiempo se detiene como si estuviéramos flotando en el paraíso...La niña que fui y yo abrazadas nos sumergimos en un largo sueño...
Elida Isabel Gimenez Toscanini

lunes, 17 de junio de 2013

A PAPÁ- Narrativa breve-



A lo lejos se oye llegar el carruaje con canastos de pan.
Las mujeres aguardan  la tibia hogaza que alimente su afán,  al son de: - ¡Panadero, panadero- !
Juancito  por las calles silbando va. 
Mi abuelo Francisco,  artesano del pan  y la abuela Isidra, llegaron de Aragón, la vieja España, trayendo bagajes  con emociones, sentires y remembranzas.
Tantas heridas, historias de arraigos, desarraigos, eran inmigrantes, hombres y mujeres, alejados de su terruño. Ellos, quizás, dejaron en ti,  surcos de ahíncos: Hallar un trabajo,  de la tierra, un pedazo para labrar y  tener los frutos para saciar el hambre. En tanta soledad del desamparo ansiaban crear una familia, rodeada de un digno hogar. Mandatos sagrados, impulsores de aliento y esperanza. Me legaste con amor y rigor cada uno de ellos. La  vida hogareña, y valores: el honor, la lealtad, honestidad,  educación, el amor al trabajo, fueron las razones de tu vida y forman parte del acervo y  la memoria familiar.
Día a día con disciplina kantiana y  el lucero  en lo alto, desde casa partías, llevando en tu termo de cuero, un humeante y rico café con leche, que con tanta paciencia preparabas mientras yo dormía.
Paso a paso,   rumbeabas hacia la Puerta Norte de los Talleres del Ferrocarril General San Martín, -Sección Junín-. Desde allí caminabas hasta sus  oficinas. ¡Tantos viajes compartimos, desde la estación de trenes hasta  Buenos Aires!
Recuerdo tu luchas, el entrañable amor  y gratitud a Perón,  a Evita. Nos enseñabas que  durante su mandato,  el trabajo fue generosamente digno y productivo, los humildes supieron del respeto, conocieron de  derechos. El pueblo entonces, paladeó la alegría de ser reconocido como protagonista de una nación respetada ...
 Por los jardines y  huertas ,  retumban, se asoman y  albergan, tantas risas, llantos, caricias, aromas, sabores, lugares,  en los cuales,  brillaron  y se poblaron mis días.
 Tus manos fuertes  empujaban mi cuerpo tímido, para que subiera los peldaños de la vida. Así, hasta el cielo, en tus brazos el alma de gozo se henchía.  
 Hoy siento que vuelvo a la casa del ayer, soy la niña alegre, mimosa, que viaja entre cuentos y juegos, y al caer la tarde,  rendida me duermo abrigada en tu  pecho, querido  Papá.
Aquella Casona, esconde fantasmas y ángeles. Ellos cuentan, la epopeya aquella, sumando los días, tareas y fatigas.  Vos y mamá, codo a codo, cuchara en mano,  salpicando mezcla, ladrillo a ladrillo construyeron cimientos, paredes y techos. Entre llanto y risas, derramaron cariños y  suspiros.   Así  se erigió nuestra Fortaleza, el  Castillo, donde enarbolaba mis anhelos de princesa encantada.
 En un rincón rezonga una milonga. Mis pasos dibujan un dos por cuatro. El corazón evoca quejidos, tus manos y tus pies me llevan marcando el compás y nos  vamos rodando, rodando, sin fin, por la vieja calle que me vio partir, cargando valijas de sueños. Allí está  mamá,  agitando con nostalgia sus manos, pronunciando adioses que nunca serán. 
Te vuelvo a ver contento, ensimismado en tus pasiones,  sonríes y entre tus manos tiembla el viejo, impecable bandoneón  de la  inolvidable juventud, que te abrigó de sueños
Acordes de un tango, se oyen a lo lejos y dibujan muecas, late pulso a pulso el entrañable corazón, son tus brazos  que otra vez, me llevan hasta vos.
- Papá, hoy voy  caminando. Junto a mis amores, solcitos tibios de mis días,  luceros de mis noches. Sí, papá te extraño y evoco. -Rindo homenaje a cada gesto heroico,  sembrado por la estirpe  y tu genio, aquellos viejos ardores y loores,  justos reclamos, caricias y retos. Respiro tu aliento, siento las fatigas y hasta  la  ternura de los muchos esfuerzos.
Tu ejemplo perdurable, fue dejando huellas, hoy  sostiene el presente acunando nuevos sueños
Algún día, sin duda, volveremos a encontrarnos, en  la Casa Grande. Allá, al pie de la Colina. ¡Hasta entonces!
¡Te quiero Papá!


 
Elida I. Gimenez Toscanini