La aurora da algunas pinceladas, mostrando los primeros colores de un nuevo día.
Amanece. Mientras me acompañan los acordes de una canción que una vez escuchamos juntos, observo un viejo retrato. Acaricio tu rostro dibujado en el papel matizado de zepia, me detengo en esa mirada tan profunda de eterno caminante. El tiempo se encargó de dejar su huella borrando algunos rasgos. Cierro mis ojos y emprendo una larga travesía hasta encontrarte en el grito que exhalo! Ahí estás tan cerca! tendiéndome las manos, ciñes mi cintura hasta volvernos uno en el apasionado abrazo. Tus labios se deslizan por los míos, devolviéndome la tibieza y la dulzura deshechas por la ausencia.
Abrigada en tu ancho pecho, mi corazón se escapa en infinitos latidos. Me aferro a ti para volar muy alto y nos erguimos rumbeando el Cielo,danzando al compás melodioso del viento, hasta dormirnos en un colchón de nubes. La luna nos sorprende con sus destellos de plata y suspendidos en la brisa enlazamos nuestras manos emprendiendo un nuevo viaje. Aprovechando la migración de una bandada de pájaros azules y blancos, nos acercamos hasta llegar a la estrella más brillante...
El sol atraviesa con sus rayos el cristal de mi ventana, coloreando mis mejillas me despierta despacito.
Qué extraña sorpresa!! una flor blanca aprietan mis manos calentitas... y en la tibieza de los labios siento la ternura de un beso...
Elida Isabel Gimenez Toscanini.