contador web

domingo, 26 de diciembre de 2010

Luis y yo: Nuestra historia

 
Nuestro primer encuentro.
Capítulo I. Nace una historia
Marzo de 1981.- Hilando los sueños.-
 
 
 
Era una mañana de  Otoño, plena de sol que cambiaría mi vida para siempre.
La noche anterior me dormí preocupada, ya había perdido las dos primeras clases del Curso de Derecho de Familia y de las Sucesiones. No escuché el ring del despertador,  por esa razón llegué tarde lo que  equivalía a un ausente, si  volvía a suceder perdía la posibilidad de cursar y, por ende, naufragaba  mi plan de recibirme de Procuradora. Era la última codificada a cursar, estaba ansiosa por aprobarla y así, concluir la primera  estapa en mi carrera. Era lo único que me  importaba. Al menos eso creía yo!
Sin embargo, algo sucedió después, que cambió el curso de mi vida.
Lo cierto es que a pesar de acostarme tarde, logré despertarme a la mañana muy temprano. Padecía una  arraigada costumbre,  la de quedarme en vela durante las madrugadas. Me gustaba  la noche, me daba la posibilidad de estar conmigo misma. En aquel tiempo,  vivía sola, tenía 24 años, y además de robarle horas al reloj, porque además de estudiar trabajaba en una oficina judicial,  y debía despertarme temprano. Durante la tarde cursaba otras materias, además de estudiar francés en la Alianza Francesa de Buenos Aires. La noche me ofrecía la tranquilidad de estudiar, porque  anhelaba recibirme cuanto antes y también me inspiraba para escribir. 
Me había anotado en la cursada a las 7.30, era la única posibilidad que tuve durante el primer cuatrimestre del año 1982. Al finalizar la clase, raudamente partía hacia la oficina.
Aquella noche, tomé el reloj grandote de papá. Era una reliquia para él, me lo dio sabiéndome muy dormilona. A pesar de su estridentes campañillas, lo puse dentro de una ollita con cucharas y tenedores para que hiciera más ruido aún.
Al final, desperté a las cinco de la mañana, tuve tiempo suficiente para llegar hasta la Facultad de Derecho, vivía cerca de la Recoleta. En  el querido barrio del Congreso, en un antiguo departamento ubicado sobre la calle Junín.
Vestía una camisa blanca de manga larga y un enterito azul de corderoy (se usaba mucho),  levemente ajustado,bajé del colectivo 124 a las corridas y así volé por los pasillos hasta el aula.
¡Qué linda aula! Con los bancos y pupitres largos, de madera, en el segundo estaban Luis y el señor Fiorella... charlando muy concentrados, así que no me dieron bolilla. Buen día- dije un poco nerviosa.  Ellos continuaron con su diálogo, parecía que no habían notado mi presencia,  ni siquiera respondieron mi saludo
Yo quería deseaba recibir toda la información de las clases anteriores y buscaba ansiosamente un compañero que me ayudara a estudiar, sobre todo a concentrarme. Así que al concluirla clase, me acerqué a Luis, y le dije: ¿Querés reunirte conmigo para preparar juntos las clases? Luis asintió moviendo la cabeza. Entonces tenía  27 años. Fiorella era  ya era bastante mayor, trabajaba en una imprenta y estaba por jubilarse. Admiré esa ferviente voluntad de estudiar a esa edad.
Cuando Luis me dijo que vivía en Carapachay. Yo dije extrañada:-¿ dónde queda eso? No tenía ni la más pálida idea...

jueves, 9 de diciembre de 2010

MEMORIAS- CAPÍTULO II-

MIS RECUERDOS DE LA ÉSPOCA ESTUDIANTIL
EN LA FACULTAD-

.....................................................................................

LA TAREA DOCENTE EN EL INSTITUTO DON ORIONE-


..........................................................................................

lunes, 29 de noviembre de 2010

CAP. II: EL DESPERTAR DE JULIA. SU REGRESO

Amanecía. Las gotas del rocío humedecían el césped que embellecía la vista del jardín. Los rayos de sol se filtraban atrevidos acariciando el rostro de Julia. Despertó bruscamente, las largas horas de sueño le hicieron perder, por unos instantes, la noción de todo lo que la rodeaba. Cuando recobró la conciencia, saltó del sillón donde dormía y subiendo las escaleras fue hasta su habitación.
Rápidamente armó sus maletas y puso una carta para María en el recibidor.
Julia comenzó su viaje hacia la villa situada en la alta montaña, donde la aguardaban jóvenes emprendedores que, habían crecido en la humilde escuelita en la que ella iniciara su carrera docente muchos años antes.
A pesar del tiempo transcurrido, Julia conocía palmo a palmo el hermoso camino que la llevaba hasta allí y disfrutando  el trayecto hacía planes para comenzar una nueva vida...

Elida Isabel Gimenez Toscanini

lunes, 4 de octubre de 2010

JULIA

http://youtu.be/CZ_xL3GusHw


UN HOSTAL JUNTO AL LAGO

La tarde languidecía mientras el sol jugaba a las escondidas escurriendo sus últimos rayos detrás del pinar. Esos añosos árboles, se erguían magestuosos al costado del camino de lajas que serpenteaba hasta el hermoso portón de roble del acogedor hostal construido frente al lago.
Desde la ventana entreabierta, Julia percibía la brisa que rozaba su piel. Sus pupilas recorrían  la inconmensurable geografía en la que transcurrió la mayor parte de su vida.  ¡Cuántos atardeceres compartidos  junto a Emilia, su compañera infatigable. Acostumbraban hacer largas cabalgatas campestres hasta que las sorprendía el anochecer. A pesar de los años transcurridos desde que había partido para siempre, Julia la evocaba en todos y cada uno de los detalles cotidianos. El fallecimiento de sus padres siendo una pequeña niña , convirtió a Emilia en su ángel guardián. Aunque sobresalía por su firme carácter, fue una mujer cariñosa  y amable que supo  transmitirle sus bellos sentimientos y valores.
Julia creció en un ambiente feliz, un hogar singular no sólo  por todo lo bonito que lo rodeaba, sino también por la ternura y la alegría que prodigaba su abuela. A una excelente educación se sumaba su amplia capacidad para relacionarse con cuanta persona conocía, a ello contribuyeron  la riqueza cultural y espiritual de sus abuelos y también el haberse criado siempre rodeada de personas de diferentes culturas y niveles socio-económicos.
La posada era una estancia muy apreciada por todos aquellos que buscaban recrearse y a la vez respirar el sosiego que de allí emanaba.
Giró el cuerpo y dando la espalda a ese inmenso espejo de aguas azules, Julia posó su mirada en el antiguo sillón donde antaño reposaba la abuela mientras tejía o leía la amplia colección de Marcel Proust: "En busca del tiempo perdido" o "En busca del tiempo recobrado", una de sus tantas obras predilectas. 
Recordó aquella tarde de primavera cuando entretenidas por los relatos de María, su ama de llaves, estallaban a carcajadas mientras disfrutaban un exquisito té de frutos rojos con torta casera de chocolate y nuez.  El aroma de los jazmines  trepados en las glorietas, traía como una película retrospectiva, pequeños y grandes encuentros familiares. Entonces era feliz!
 Si bien la desilusión se avecinaba, desde que las cartas de Ariel se tornaron cada vez más breves y espaciadas, ella soñaba con el regreso definitivo del hombre que amaba.
La dura realidad se encargó de romper el torbellino de ilusiones que estremecía su corazón enamorado. 
Sumergida en  hondas remenbranzas, escuchaba nostálgicamente a Emilia cuando le decía:
- Julia, despierta, ese hombre sólo quiere entretenerse con vos. Eres joven, culta, sumamente atractiva, y algo más que a él se le escapa, tu corazón y tu alma son  de cristal. 
- Abuela, ese hombre se llama Ariel, él me ama. 
- Puede ser pero no en la forma que tú te lo mereces, con la intensidad que un hombre fiel y apasionado lo haría.
- Me dijo que ya había hablado con su abogado para iniciar los trámites y agilizar su regreso desde Roma.
- ¡No se rompe un vínculo de tantos años, sólo con un simple trámite!
Ay ay ay!, cómo evitar que te haga pedazos el corazón.
- Abuela,exageras, eres tan desconfiada y sobreprotectora. Él me ama, estoy segura de ello.
-Ojalá que te intuición no te traicione. Esperemos que el tiempo vaya marcando el rumbo...
Y los días fueron transcurriendo tan lentamente como las llamadas y las cartas se fueron alejando.Se abrió un silencio insondable como el mar que los separaba.
Julia decidió realizar un largo viaje. Necesitaba tomarse vacaciones, ordenar los pensamientos y, más aún sosegar sus emociones antes de enfrentarse al desenlace  anunciado...
El sol se ocultaba lentamente dibujando el perfil de las imponentes montañas erigidas alrededor del valle. A pesar de la distancia, Ariel podía distinguir el parque prolijamente diseñado, cuya belleza reflejaban las tranquilas aguas del lago. El antiguo casco con sus tejuelas rojas asentado en él, apareció al enderezarse el camino que atravesaba con su auto.
La familiaridad del paisaje y de las fragancias, trajeron con  el viento inolvidables momentos: añoraba la tibieza de Julia recostada en su pecho susurrándole palabras de amor, las noches de luna llena, mientras contemplaban sus destellos derramados en el lago.
A pesar del abismo marcado por los años de la ausencia, permanecían en el corazón de Ariel los momentos vividos junto a Julia. La amaba profundamente.
Respiraba a diario el olor de su piel, saboreaba aún la miel de sus labios y en las largas noches solitarias, sentía el calor de sus abrazos.
Entonando una vieja canción blusera que bailaron el último verano compartido, marchaba feliz hacia el  encuentro deseado.
Estacionó su auto frente a la antigua casona, y caminó apresurado hasta el portal de entrada. Lo aguardaban María y Ernesto, los tíos de Julia que atendían el hostal. 
La ausencia de Julia, el rostro desencajado de María y la mueca de amargura dibujada en él, anunciaban a Ariel una  verdad dolorosa e inesperada.
- ¡Ariel, cuántos años han pasado! entre usted- dijo Ernesto tomando sus maletas.
- ¡Porqué  tardó tanto en volver!  ¡ Pobrecita nuestra Julia, no soportó más la  espera!- sentenció María.
Se abrazaron y lloraron juntos largo rato.
No hacía falta preguntar. Los gestos hablaban por sí solos. 
¡Julia no estaba allí, extrañó tristemente, la cálida sonrisa de bienvenida, ese abrazo suyo que le colmaba el alma!
Una noche plena de luna, se había quedado dormida en el mismo sillón donde Emilia la acunaba siendo niña.
Ariel supo que al amanecer,  ya no la tendría acurrucada en sus brazos. 
Fijó la  mirada, buscándola en la estrella más brillante que otrora fue testigo de tantos besos y, extendiendo al cielo  su manos vacías, lloró amargamente.

ELIDA ISABEL GIMENEZ TOSCANINI

lunes, 27 de septiembre de 2010

Amaneciendo junto a un viejo retrato






La aurora da algunas  pinceladas, mostrando los primeros colores de un  nuevo día.
Amanece. Mientras me acompañan los acordes de una canción que  una vez escuchamos juntos,  observo un viejo  retrato. Acaricio tu rostro dibujado en el papel matizado  de zepia,   me detengo en esa mirada tan profunda de eterno caminante. El tiempo se encargó de dejar su huella borrando algunos rasgos. Cierro mis ojos y emprendo una larga travesía hasta encontrarte en el grito que exhalo! Ahí estás tan cerca! tendiéndome las manos, ciñes mi cintura hasta volvernos uno en el  apasionado abrazo. Tus labios se deslizan por los míos, devolviéndome la tibieza y la dulzura deshechas por la ausencia.
Abrigada en tu ancho pecho, mi corazón se escapa en infinitos latidos. Me aferro a ti para volar muy alto y nos erguimos rumbeando el Cielo,danzando al compás melodioso del viento, hasta dormirnos en un colchón de nubes. La luna nos sorprende con sus destellos  de plata y suspendidos en la brisa enlazamos nuestras manos emprendiendo un nuevo viaje. Aprovechando la migración de una  bandada de pájaros azules y blancos, nos acercamos hasta llegar a  la estrella más brillante...  
El sol atraviesa con sus rayos el cristal de mi ventana, coloreando mis mejillas me despierta despacito.
 Qué extraña sorpresa!! una flor blanca aprietan mis manos calentitas... y en  la tibieza de los labios siento la ternura de un beso...

Elida Isabel Gimenez Toscanini.

domingo, 25 de julio de 2010

sábado, 6 de marzo de 2010

MEMORIAS

Un pedazo de nuestro jardín-Carapachay-(Bs.As)
 La escalera sobre la añosa  palta


Papá  y yo en el tren de la alegría en Junín(Bs.As.)


http://youtu.be/LtiIpIJ5J2Q


REYES MAGOS.

Mientras recogía la tasona con agua y el pasto que la noche anterior había puesto Macarena  para los hambrientos camellos que ella imaginaba vistándonos en su vigilia, cargados de juguetes, tuve un sueño, en  verdad, ellos nos habían dejado la huella, a través de su espíritu sagrado, trayéndonos dones de amor, paz, bondad, templanza y esperanza. Sembrando un manto de olvido y sepultando, el dolor que  algunas veces tiñiera los días del ayer...
Extañaba a Juan Franciso, me alentaba saber que disfrutaba sus deseadas vacaciones y los mimos de la abuela Minga en Junín. Los Reyes le regalaron una paleta de paddle. Mamá decía que pronto empezó a usarla. Macarena recibió un novedoso juego de té   con un carrito para servirlo.
Por la mañana,  caminando hacia la oficina me reencontré con una vieja librería, donde solía pasar largo rato, leyendo y eligiendo los mejores cuentos para mis indiecitos. Compré algunos libros de entretenimiento para Maky y otros para obsequiarle a los hijos de una compañera.
Un sinfin de dificultades traban mis intentos  por escribir.
Espero el tren. Pienso  dónde encontrar un organizador mental. Paseo con mi mirada la estación, el tiempo y el abandono se apoderaron de ella. Qué lástima, que no luzca como las de antes, desde niña me gustaron tanto las estaciones de trenes!
Me recuerdan mis viajes felices junto a los abuelos o junto a papá desde Junín a Buenos Aires, o aquellos junto a mamá y Graciela rumbeando hacia el encuentro con papá durante sus estancias por la lucha laboral en aquella ciudad.
Un  grupo de hombres aguardan en el andén de enfrente. La pequeña alameda que se asoma detrás de las vías me entretiene con el concierto de sus pequeñas hojas que danzan al compás del viento sonando como instrumentos de una orquesta. Los recuerdos me transportan hasta la enorme quinta del abuelo Antonio, su huerta! Esa verde esquina bordeada de árboles añosos y yucas adornadas de madreselvas, se convertían en mi escondite favorito ante el ataque de los vaqueros encarnados en  mis primos mayores. Las risas infantiles, el bullicio interminable me conducen a la casa de la abuela. Mi palacio encantado. Su larga galería encierra los pasos de aquellos chiquilines que éramos entonces. Nos bastaban los relatos del abuelo para quedar exhaustos luego de un largo día de juegos y travesuras. Esas historias inquietantes  protagonizadas por las piaras criadas en los campos de Rojas, describían detalladamente, sus frecuentes desapariciones y las pistas que siempre conducían  a  cuatreros y  policías del pueblo que nunca hallaban  culpable alguno ni regresaban jamás a  aquellos graciosos cochinos. Nos dormíamos escuchando sus cuentos  impregnados de suspenso y picardía.
Los aromas  vuelven a mi memoria, paseándome por el jardín  poblado de jazmines,  el cerco de rosas rojas rodeando los tapiales. La medianera tapizada del fucsia de las flores de Santa Rita  y lentamente voy al encuentro de aquella pequeñita con pocitos en las mejillas que sonreía a cada rato, disfrutando  la dulce compañía de su abuela. Abrazo a la niña que fui salpicada de barro, que a los saltos va recogiendo los más bellos pimpollos rojos  y  ramilletes de violetas aprisionándolos  en sus manitas tibias. La ternura me acaricia el alma, devolviéndome aquellas alegrías del ayer
Dos enormes plantas de rosas de La Paz custodiaban el cantero principal del jardín. Completaban el paisaje un  arbolito repleto de jazmines,  macizos de peonías y azucenas. Todo ese cuadro matizado de bellos colores eran el orgullo de la abuela Clementina y yo era una princesa subyugada por los encantos de su Reino.


...REYES MAGOS, cuánta magia añorada! Recuerdos de mi infancia se mezclaban y me veía junto a Graciela, mi hermana,  preparando el alimento para los cansados animales. Les construíamos una  posada para ellos, nuestra inocencia nos hacía ver hasta la marca de sus pasos en el jardín  de la casa.
El tiempo se fue devorando esas tiernas fantasías.
Hoy nuestras vidas transcurren en senderos paralelos sin proyectos comunes como entonces...
Nos une el llamado de la sangre, los recuerdos, tantos buenos momentos y alegrías compartidas,  nuestros hijos, su futuro,  el profundo afecto...la vida misma.

ELIDA ISABEL GIMENEZ TOSCANINI



SEÑOR DÍGNATE HABITAR EN ESTA CASA
CONCEDE A QUIEN MORA TU PAZ
A QUIEN LLEGA TU ALEGRÍA 
A QUIEN PARTE TU BENDICIÓN


MI HOGAR
EL PORTÓN CON SU CAMPANA LLAMADORA

CAMINATA CON LLOVIZNA


Mañana somnolienta. Daba gusto caminar sobre la arena mojada. Mientras la olas salpicaban mis pies,
la lluvia acariciaba mi cuerpo  y el viento jugaba con mi pelo...
El mar me traía remembranzas...

Elida Isabel Gimenez Toscanini

jueves, 4 de marzo de 2010

El café de la estación

...rincones, islas pobladas de silencios, mesas vacías, contrastaban con los jardines que bordeaban el café.
Desde el ventanal,  recorría la trama de las enredaderas que, caprichosamente lo decoraban. Ramilletes de jazmines y madreselvas dejaban un delicioso aroma.
Noelia cerró los ojos y respiró profundo,  mientras aguardaba inquieta sentada en la barra del café... el crujido de las ruedas del tren, en el andén de enfrente, la despertó.
Esteban estaba frente a ella observándola tiernamente...el abrazo llegó pronto, tembloroso y cálido.
Entonces ya no hubo distancias ni ausencias... el tiempo se detuvo en ese mismo instante...
Cruzaron la plaza tapizada de flores de los jacarandaes añosos  entre el bullicioso griterío de niños disfrutando de sus  juegos.
La  lluvia  de las casuarinas empapaba sus rostros, Noelia sentía que estaba besando al amor de su vida... El corazón de Esteban latía al compás de un sinfin de trinos mientras su boca saboreaba el panal  deseado...

Noche mágica de Abril como el abrazo del reencuentro. Las miradas cómplices y sus manos entrelazadas expresaron un lenguaje singular: el de dos seres que se amarían apasionadamente, más allá del tiempo y del espacio. Noche única iluminada por una pícara luna testigo de dulces besos.
Noelia y Esteban, chocaron sus copas burbujeantes, en ese instante,  el universo les regalaba un capullo de sueños devenido en luz derramada sobre sus cuerpos. Un puente los unió hasta el infinito de sus almas.
Se habían conocido en un congreso sobre bioética y trabajo social, pocas palabras y un abrazo bastaron para darse cuenta que habían estado buscándose desde siempre. Eran para sí
la posada añorada.
Sin embargo el momento de la despedida llegó con prisa, en pocas horas  Esteban abordaría el avión que lo conducía a Lyon, allí lo aguardaba su familia.
Deseaban detener el tiempo mientras se abrazaban pero el tic tac de las horas marcó sus rumbos poniéndolos de espalda. Un océano los separó, sin saber hasta cuándo volverían a verse.

Elida Isabel Gimenez Toscanini

miércoles, 3 de marzo de 2010

RELATOS

..la luna me mira con su cara sucia y se asoma con la capelina blanca hecha de nubes, el viento la acaricia y yo le pido mientras ella juega a las escondidas,  que me susurre palabras bellas y tiernas, palabras llenas de colores, que me sorprenda   hasta hacerme estallar en carcajadas...y, me acurruque  en sus brazos cuando llueve
la luna se esconde y me regala  el brillo en mi mirada ...

Elida Isabel Gimenez Toscanini